Amanece
entre la lluvia y el viento.
Ahora las
noches son frías y recuerdo mi luna, su frío, el calor que he guardado tantas
veces para ella y que ya nunca le podré dar.
En tantas
noches en las que dormí con un beso que moría en mi boca entre el arrullo de la
nostalgia y el silencio.
Pienso
también en que me gustaría abrazarla y el hueco que encierran mis brazos se
llena de su nombre mientras la llamo
entre palabras que no tienen respuesta.
Maldigo
entre dientes ese sentimiento de tristeza infinita que me envuelve. Quiero
apartarlo y no puedo.
Es tan poderoso como su recuerdo y yo, ahora
apenas tengo fuerzas. Las perdí entre los restos de esperanza mientras me
ahogaba entre emociones.
Ahora sé que
no sirvo para un amor de horas concertadas dejando que mi vida se quede
suspendida en el vacío entre un encuentro y otro.
Ahora se que
aquel azul se hacía un poco mas inalcanzable, un poco más lejano cada día.
Quizás no lo
merecía pero siempre quise un poco más, necesitaba un poco más.
Tengo miedo,
miedo de no poderlo resistir, del recuerdo de un pelo que nunca volverá a
enredarse entre mis dedos, de no poder volver a seguir los restos de su olor
entre las sábanas, de los tiempos que vendrán, de que todo se lo lleve el
viento, de las noches sin luna y sin estrellas.
Recuerdo a
Benedetti y pienso que no he sido prudente al marcar las huellas por donde
debía regresar, dejando que las borraran mis nostalgias, dejando que el paisaje
ya no fuera mío, un paisaje en el que me sentía un poco mas perdido cada día.
Abrazo emocionado
el recuerdo de todo aquello que tuve y que ya nunca volveré a tener, mientras
escribo con mis lágrimas la palabra adiós sobre el cristal de la ventana.
Luego doy
media vuelta sabiendo que todo acabó y me pierdo silencioso entre la bruma,
mientras el llanto y la lluvia se entremezclan
resbalando por mi cara…
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