sábado, 1 de agosto de 2015

YO ME CONFIESO...


Me  pregunto si debo confesar mis pecados cuando en apenas un instante volveré a pecar por ti. 

Más que culpable de los siete pecados me siento víctima de ellos porque me sería imposible sofocarlos mientras sepa que existes.

Del mismo modo que es la hierba la que arde pero la llama quien la enciende yo soy de paja hasta lo más profundo de mí cuando de algún modo te siento cerca.

Confesártelos no es buscar una salvación, porque tú mejor que nadie sabes que deseo arder en los mil infiernos que puedan existir mientras sea junto a ti hasta incinerar en lujuria nuestros cuerpos y se fundan nuestros destinos.

Siento como la ira me devora sin mesura cuando tus  labios acarician por un momento otro nombre que no sea el mío, cuando pienso que te necesito ahora y no puedo tocarte… cuando no puedo dar vida a todos los verbos que viven en mi imaginación con tan solo sentirte, pensarte o verte…

La gula se convierte en sed cuando se trata de tus labios, cuando son tus besos los que me hablan y me hacen callar para tan solo sentir, sentir, sentir…

Eterna es la necesidad de devorar centímetro a centímetro la piel de mi vicio más confesable y vanos los intentos de llegar a saciarme.

La pereza, ese imán que me impide separarme de ti si no es bajo la doctrina del látigo.

Esa pereza que alarga tus ausencias y domina mi motivación si no es dirigida a ti.

Cuando sé que alguien disfruta de tu risa, tu compañía, tu todo, y  yo no puedo más que esperar a que pueda ser yo al que le hagas un guiño o tan solo me dediques una mirada.

Eso es la envidia que se apodera de mi mirada y mi pulso.

Y como no la soberbia, de llegar a ser un día esa persona que tenga ese lugar insustituible en tu vida, ser tu todo.

Entonces no podría pedir más honores en mi vida. Y es que si pienso en ti no quisiera aspirar a menos porque sé que en el fondo no podría.

Todo en ti, por ti y para ti.

La avaricia es la que culmina mi más dulce condena, y sin duda alguna yo la firmaría, y es que esa rubrica seria para mí lo más lejano a un infierno, porque quien esté libre de estos pecados que me tire la primera piedra.

                                                                                                                                                 



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